El viernes, 7 de enero de 2022
(LifeSiteNews) – En una entrevista publicada el 6 de enero, Mons. Athanasius Schneider denunció la aceptación de “vacunas” contaminadas por el aborto como una manera de “normalizar el horror del genocidio”, el genocidio del aborto.
Esta normalización del asesinato del aborto por la Iglesia y por el mundo, dice Schneider a Michael Matt, redactor de The Remnant, viene a través del “pecado grave de omisión” de no “protestar inequívocamente contra la industria fetal y sus productos.”
Schneider señala que “los eclesiásticos y los católicos buenos olvidan o simplemente hacen caso omiso” a que las vacunas de COVID-19 disponibles son un producto de la industria fetal, que él ha descrito como el “canibalismo”, o sea, “para usar, explotar, comercializar los tejidos de los cuerpos de niños inocentes que son asesinados.”
Sin minimizar la seriedad de que las vacunas de COVID actualmente disponibles son, en último análisis, un “producto” del aborto a través de sus pruebas y desarrollo de líneas celulares de bebes abortados, Schneider observó que esa conexión “puede ser” remota, sin embargo “No estamos lejos de la industria fetal, que está creciendo cada día que pasa.”
“Y así,” dice Schneider, “cuando aceptamos” las así llamadas vacunas, “las apoyamos.”
“Y ese horror es tan monstruoso que no puede compararse con otros males que de alguna forma aceptamos [en] esta sociedad naturalista, materialista tales como los productos del trabajo de esclavitud. Es incomparable con el horror de matar niños inocentes”, dice Schneider.
Él añade que, más allá de un punto de vista estrictamente moral, esas vacunas de COVID-19 son aún “experimentales” y sus fabricantes no se hacen responsables “por los posibles efectos negativos. Por eso todos los seres humanos de sentido común” “deben reflexionar…que hay algo mal, o por lo menos, tengamos cuidado.”
Cuando Matt sugirió que hay más que un incentivo financiero detrás de las medidas radicales actuales de COVID, Schneider estuvo de acuerdo.
Aunque pueda haber una “cuestión de dinero” involucrada, Schneider cree que ese motivo es “secundario”.
Él ha resaltado que los métodos usados para impeler a la vacunación “ya son” aquellos “de una dictadura real”, porque en algunos países el acceso a ciertos lugares, tales como restaurantes y teatros, está limitado a los vacunados. Están siendo creados ya “ciudadanos de segunda clase” que son las personas que se oponen a las “vacunas” por razones morales o médicas.
Schneider ha comparado esas políticas con el “apartheid en África del Sur”, así como la política en la Alemania nazi, según la cual en unos lugares “estaba escrito, ‘los judíos están prohibidos entrar’”.
“Ahora estamos en una nueva dictadura donde [está] escrito, ‘Para [el] no vacunado, está prohibido entrar’”.
Schneider cree que la nueva “dictadura de discriminación”, semejante a esos casos históricos, demuestra que el impulso para la vacunación “no es una cuestión principalmente de dinero”.
Schneider observa que unos dicen que “es probable que uno de los principales objetivos detrás de esta campaña global de la vacuna es reducir la población mundial. Una especie de control de la población”. Schneider “no excluye” esa posibilidad, a causa de los objetivos y métodos semejantes usados en dictaduras de la “historia reciente”.
“Hay dos pilares, digamos, que caracterizan esas dictaduras. El primero es mentir. Y eso es diabólico. Porque nuestro Señor dijo que el demonio es el padre de la mentira”, dice Schneider.
“Y el segundo pilar es el asesinato. Y nuevamente, esto es diabólico, porque Nuestro Señor dijo que el demonio es un asesino desde el principio”, continúa Schneider, señalando que “el diablo odia a los seres humanos”. Él ha citado el terror de la revolución francesa como “la primera gran dictadura antihumana”, “después, el terror comunista soviético, seguido por el terror nazi”.
“Ahora tenemos otro terror muy sofisticado”, dice Schneider, lo de “discriminar” a las personas e intentar forzar “la vacunación” sobre ellas.
“Y en este caso, es el Estado el que está apropiándose de nuestro cuerpo. Así, estamos perdiendo no solo nuestra propiedad, sino ahora el derecho [sobre nuestro] propio cuerpo, que es un templo del Espíritu Santo”, dice Schneider, llamando a los métodos utilizados una “dictadura mundial neocomunista”.
Schneider espera por una “alianza mundial de personas” que “resistan a esta nueva dictadura” impuesta bajo el “pretexto de los cuidados de la salud”.
“Debemos resistirles con todos los medios que tenemos”.