Opinion
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Cardinal Reinhard Marx offering Mass for the 'Munich Queer Community,' March 13, 2022.Erzbistum München und Freising/Facebook

MÚNICH (LifeSiteNews) – “Jesús… no quiere proclamar una doctrina de Dios,” afirmó recientemente el Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y exjefe de la Conferencia Episcopal Alemana. En desacuerdo con el Magisterio de la Iglesia y su insistencia en su papel como maestra del dogma revelado, el Cardenal Marx también pretendió que la exigencia de la Iglesia sobre el asentimiento de los fieles a sus enseñanzas definitivas entra en conflicto con los intentos de evangelizar.  

Según la agencia de noticias alemana Katholisch.de, el cardenal piensa que “una de las causas de la crisis de la Iglesia católica… se halla en su dogmática.” En el número de octubre de la revista Herder-Korrespondenz, el Cardenal Marx escribió: “La crisis de la Iglesia es quizás también una crisis de una institución que ha afirmado y todavía afirma saber mucho acerca de Dios y ser capaz de comunicar con autoridad Su Voluntad a todas las personas.” 

Marx propuso que “Solo si superamos una conversación sobre Dios que es demasiado superficial, comprensiva y segura de nosotros mismos y, al mismo tiempo, abrimos la puerta a la experiencia del Dios de Jesús, se revela el núcleo de la fe cristiana. Jesús obviamente no quiere proclamar una doctrina de Dios, pero a través de sus ejemplos y parábolas del reino de Dios, quiere dejar claro lo que significa ahora la presencia de Dios en medio de nosotros…”

“Algunos ‘conceptos de evangelización’ – continuó el cardenal – todavía me parecen imaginar por un lado el remitente con la verdad y por otro el destinatario, de quien se espera el acuerdo.”

“Pero  la evangelización difícilmente tiene éxito de esta manera,” afirmó.  

Justificando su posición sobre el hecho de que Dios es un misterio, el Cardenal Marx dijo: “Creo que en el pasado a veces se habló demasiado de Dios, de su naturaleza, de sus intenciones, de su voluntad, y que esto tendía a oscurecer el hecho de que Dios sigue siendo el ‘misterio absoluto’ y que cualquier afirmación sobre Él solo puede ser análoga.” 

No está claro, sin embargo, si el Cardenal Marx entiende o no lo que significa decir que todo lo que se habla de Dios es análogo. Para Santo Tomás de Aquino, esto significaba que las palabras humanas que se transmiten primero por criaturas, que son inferiores a Dios, palabras que necesariamente no alcanzan la plena realidad de Dios, aunque todavía la expresan verdadera si no perfectamente. Una idea cercana a la verdad, por otro lado, no puede realmente llegar a la realidad de lo que una persona está tratando de expresar: está próxima a la verdad, pero realmente no la expresa. Una analogía logra manifestar la verdad, pero apenas de manera imperfecta.  

Que Marx entiende la analogía más como una especie de idea aproximada que sólo está cerca de la verdad se reitera en sus comentarios anteriores hechos a la Conferencia Episcopal. Según Katholisch, “Ya en la sesión plenaria de otoño de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK) en Fulda, el cardenal había enfatizado a sus compañeros obispos que todas las declaraciones de fe solo podían ‘aproximarse a lo que sabemos sobre Dios.’ Teólogos ‘no deben hacer aseveraciones como si tuvieran acceso inmediato a la verdad’. Lo que se necesita es una nueva forma de hablar de Dios ‘en la que no entendamos demasiado y pretendamos que sabemos exactamente, y que los demás solo necesitan escuchar,’ dijo el arzobispo.”

Acercarse a la verdad es una aproximación. Una analogía comienza con lo que sabemos sobre las criaturas, pero termina diciendo algo que, sí, llega a la verdad sobre Dios. Las palabras humanas acerca de Dios, siendo humanas, necesariamente se quedan cortas de la realidad completa que significan, pero eso no significa que fallan totalmente en expresar esa realidad.  

Al abordar la pretensión más fundamental del Cardenal Marx de que “Jesús obviamente no quiere proclamar una doctrina de Dios,” una breve mirada a los Evangelios revela que Cristo muchas veces enseña alguna verdad sobre Dios, a veces hasta el punto de condenar severamente a quienes rechazan su doctrina. 

En el Evangelio de Juan, Jesús revela Su eterna procesión del Padre y Su Encarnación en el tiempo: “Yo salí de Dios y vine al mundo.” 

Él revela la procesión del Espíritu Santo y el perdón de los pecados a través del ministerio del sacerdote: “El Padre os dará otro Abogado, el Espíritu de la Verdad.” “Recibid el Espíritu Santo. Aquellos a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados.”  

Él revela la doctrina de la Eucaristía: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida dentro de vosotros.”

Afirma su filiación divina a los Apóstoles: “Porque no os lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” 

Declara el primado petrino: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” 

Confiesa su divinidad ante el sumo sacerdote y el Sanedrín: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios?” “Tú mismo lo declaraste. Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Todopoderoso, viniendo sobre las nubes del cielo.”

Declara su realeza divina a Pilato: “Mi reino no es de este mundo. Para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad.”

Le enseña al joven rico la necesidad de observar los mandamientos para la salvación: “¿Qué bien debo hacer para tener la vida eterna? … guardar los mandamientos.”  

Por cierto, sin verdades sobrenaturales que creer, la fe queda despojada de su contenido, pues es aquella virtud por la cual el intelecto cree en Dios, en todo lo que Él ha revelado, y en todo lo que la Iglesia Católica se propone creer como siendo revelado por Dios, porque Dios no puede engañar ni ser engañado. Las declaraciones de fe no son aproximaciones a la verdad, sino que comunican la verdad sobre Dios, quién es Él y su plan de salvación, de manera precisa y exacta, aún si las palabras humanas no puedan contener toda la realidad que expresan, porque esta realidad es sobrenatural.  

En cuanto a la autoridad de la Iglesia en la enseñanza de las verdades de la fe, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), exponiendo las enseñanzas del Vaticano I, emitió el documento Mysterium Ecclesiae en 1973, que decía lo siguiente: 

“Según la doctrina católica, la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia no sólo se extiende al depósito de la fe, sino también a todo aquello sin lo cual tal depósito no puede ser custodiado ni expuesto adecuadamente. La extensión de esta infalibilidad al depósito mismo de la fe es una verdad que la Iglesia desde sus orígenes ha tenido por ciertamente revelada en las promesas de Cristo. 

 “Apoyándose precisamente en esta verdad, el Concilio Vaticano I definió el objeto de la fe católica: ‘Se debe creer con fe divina y católica todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia propone para creer como divinamente revelado, con una declaración solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal’. Consiguientemente, los objetos de la fe católica, que se conocen con el nombre de dogmas, son necesariamente y lo fueron en todo tiempo la norma inmutable no sólo para la fe, sino también para la ciencia teológica…

“Sin embargo, todos los dogmas, por el hecho de haber sido revelados, han de ser creídos con la misma fe divina… Por lo demás, el significado mismo de las fórmulas dogmáticas es siempre verdadero y coherente consigo mismo dentro de la Iglesia, aunque pueda ser aclarado más y mejor comprendido.” 

Rechazando la noción de que las declaraciones y definiciones de fe no expresan de manera definitiva y precisa la verdad acerca de Dios, la CDF advirtió que tal posición era nada menos que un relativismo dogmático:  

“Es necesario, por tanto, que los fieles rehúyan la opinión según la cual en principio las fórmulas dogmáticas (o algún tipo de ellas) no pueden manifestar la verdad de modo concreto, sino solamente aproximaciones mudables que la deforman o alteran de algún modo; y que las mismas fórmulas, además, manifiestan solamente de manera indefinida la verdad, la cual debe ser continuamente buscada a través de aquellas aproximaciones. Los que piensan así no escapan al relativismo teológico y falsean el concepto de infalibilidad de la Iglesia que se refiere a la verdad que hay que enseñar y mantener explícitamente.” (Denzinger, 4536, 4538, 4540)  

Asimismo, San Pío X, en una Sílaba de Errores titulada Lamentabili (Denzinger 3426, 3428, 3466), condenó las proposiciones del modernismo que harían mutable el dogma o lo reducirían al pragmático, así como la noción de que Jesús no enseñó doctrinas, como su papel mesiánico.  

Las siguientes proposiciones del modernismo se contaron entre las declaraciones condenadas formalmente:  

“26. Los dogmas de la fe se han de retener solamente según el sentido práctico, esto es, como norma preceptiva del obrar, pero no como norma del creer.  

“28. Jesús, cuando ejercía su ministerio, no hablaba con el fin de enseñar que Él era el Mesías, ni sus milagros tendían a demostrarlo.  

“65. El catolicismo actual no puede conciliarse con la verdadera ciencia, si no se transforma en un cristianismo no dogmático, es decir, en protestantismo amplio y liberal. 

Ha llegado el momento en que los prelados de la Iglesia que no aceptan sus dogmas, su autoridad pedagógica y las enseñanzas del Cristo mismo, que quieren sustituir estas cosas por nuevas invenciones suyas, sean corregidos y disciplinados por haber abandonado la fe que están obligados a mantener y defender.

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